or Osiris Alonso D’Amomio,
de Consultora Oximoron,
especial para JorgeAsísDigital
A pesar de la sucesión de descalabros, avanza, hasta consolidarse, la prolongación del esquema de poder vigente. Aunque se trate de una versión conyugal. Nepotismo del primer tipo.
Los calamitosos errores de la gestión compiten, en intensidad, con los negocios próximamente estremecedores, que ya asoman a la superficie.
Sin embargo pasan, transitoriamente, inadvertidos. Porque aún a nadie les conviene verlos.
Los empresarios amontonan beneficios, mientras degradan, a las autoridades, por debajo. Sobre todo los domingos, cuando se relajan y los relajan. Y cuentan. De más, cuentan.
A veces, incluso, hasta cuesta callarlos.
Crece entonces la decisión matrimonial de permanecer. Porque prospera, asimismo, la imposibilidad de escaparse.
Mientras distrae con los paseos de campaña de su esposa, Kirchner dilata su propia decisión, que se vislumbra como irreparable.
Difícilmente pueda evitar la irresponsabilidad de continuar con otro período. Aunque se imponga como el inicio de la cuenta regresiva.
La parsimonia de la actualidad resulta facilitada, con regocijante amplitud, por la insustancialidad de una oposición enternecedora.
Una feria de vanidades que exhibe, ante la sociedad del espectáculo, el explicable desgajamiento de la fragmentación, que es más profundo que la imposibilidad de unirse.
Predomina entonces el patológico desinterés por confrontar con la precariedad de un oficialismo plácidamente instalado. Si es por la fotografía de hoy, hasta cuando a Kirchner se le antoje.
O hasta que la dinámica de los acontecimientos vuelva a arrastrarlos a ambos. Al oficialismo, jactanciosamente petulante. Como a la oposición, tristemente impotente.
Se asiste, amigos lectores, a la plenitud del virtualismo.
Al colosal reino de las vacilaciones más banales.
Vencer, por lo tanto, al poder conyugal, se impone como una utopía.
Admirablemente Kirchner puede asegurar su perentoria impunidad.
Y presentar, por si no bastara, los fracasos de su construcción política, como rotundos éxitos. Generadores de un impacto positivamente adormecedor.
Para comenzar la inacabable antología serial que propone la Consultora Oximoron, vayan los esbozos iniciales de tres ejemplos de descalabros escogidos.
Dos de los fracasos pertenecen a la vaguedad territorial.
El tercero de los descalabros, en cambio, se basa en una flagrante tergiversación. Porque bastardea el sentimiento nacionalista y se circunscribe en el ámbito recaudatorio de la acumulación económica.
Civilización extinguida
El primero de los fracasos ilustrativos consiste en designar a Scioli, para gobernar la numéricamente sustancial provincia de Buenos Aires. Del tema se ocupa, aparte, pronto, Oberdán Rocamora.
Buenos Aires es el decisivo engendro cultural que suele llevarse, de arrebato, a la república.
Tierra finalmente conquistada, por los Kirchner, a la civilización extinguida del duhaldismo.
A golpes efectivos de facturación. Motivados por las ínfulas del keynesianismo electoral. Y a través de planes directos, acordados con los municipios.
De esta forma brutalmente pragmática, Kirchner logró terminar, a grandes rasgos, con los penúltimos estertores del espinazo medular de la civilización duhaldista.
Como se escribió en el Portal, fueron "golpes de caja", en el corazón del conurbano. Oportunamente dirigidos por Kirchner, instrumentados desde el supermercado de De Vido, y a través de la superintendencia de las Obras Públicas. Sitial donde se destacan los perfiles bajísimos de funcionarios impenitentes como el señor José López, aquí conocido como El Neolopecito. En una litigiosa coordinación ministerial del señor Carlos Santiago Kirchner, aquí presentado como El Primito. Y con la inteligente disección territorial de la señora Alicia, la hermana.
Dama, Alicia, que debiera recurrir a la sensatez que la caracteriza. E imponer, en la práctica, los criterios racionales que suele manifestar, según nuestras fuentes, en atmósferas privadas. En instantes concesivos de lúcida vulnerabilidad espiritual, que le permiten expulsar ciertos temores, a mediano plazo.
Estos tres próceres (Neolopecito, Primo y Hermana) se convirtieron, sin embargo, en caudillos significativamente poderosos de la provincia.
Mientras los tres próceres distribuyen redituables ladrillos retornables con los intendentes, el Gobernador Solá persiste colgado del clavo de su simpatía pintoresca.
Como un melancólico almanaque, desactualizado y sin hojas. Desde donde Solá se transforma en el oportuno antiisabelista que reclama, inútilmente, la candidatura vicepresidencial.
Para ser lugarteniente de Él. O de Ella. Del Kirchner que sea.
Peronismo de consorcio
El segundo fracaso escogido por la consultora, que el cronista dirige, para la serie que se vislumbra como inagotable, lo representa la debacle anunciada en el artificio autónomo de la capital.
Resulta insuficiente, a esta altura, con el peronismo de consorcio.
Trátase del peronismo estructurado, mayoritariamente, a partir del agrupamiento de los porteros. Engendro conducido por la saga balzaciana de los Santamaría.
Pese al servicialismo de los porteros, con el peronismo de consorcio no le alcanza, a Alberto Fernández, para suplir las falencias lacrimógenas del progresismo de pizzería que pretende, según el Portal, proponer el simulacro oficialista.
Pese al esfuerzo inmemorial de los encargados de edificios, el progresismo de pizzería dista de cumplir el objetivo de complementar, con resultados un tanto optimistas, la causa perdida de la campaña de Daniel Filmus. Que no basta para atemperar las proyecciones de Telerman, el alcalde del kirchnerismo suplicante que prefiere desprenderse de los datos que lo impregnan del menemismo pasado, y autoconstruirse, a su vez, como un progresista intachable, siempre de pizzería.
Y menos aún le alcanza al peronismo de consorcio si prospera el acercamiento de Telerman con Macri, que percibe en el aire Aníbal Ibarra.
Y que fomentan, según nuestras fuentes, Santiago de Estrada, por el macrismo. Y expresiones civiles, algo alejadas de los consorcistas, como Santilli y Ritondo.
Otros mencionan, temerariamente, la inmanente influencia del Cardenal.
A propósito, al condenado Filmus, ya llamado el "Bielsa dos", se le busca, anticipadamente, según nuestras fuentes, alguna salida relativamente honorable. Alucinan con la idea de convertirlo en candidato a funcionario internacional.
La UNESCO surge entonces como destino inmediato del funcionario intrascendente que se entrega, con abnegación envidiable, a la próxima inmolación urbana.
Si no es como funcionario, será, confirman, como embajador.
Negocios parroquiales
El tercer descalabro lo representa la manipulación de las acciones de Transener. De las que debe desprenderse la brasileña Petrobrás, y que decidió venderle al Eaton Park.
Aquí emerge la turbulenta ornamentación de los brillantes negocios parroquiales, presentados con atendible fervor nacionalista.
Kirchner recurre, aquí, más a la influencia del general Galtieri que del supercomandante Chávez. Para asegurarse el control del transporte eléctrico, utiliza la emotiva pedantería del patriota que se reserva la responsabilidad del resguardo de los intereses estratégicos nacionales.
Ocurrió con la irascible tarjeta roja puesta, con prepotencia, al Eaton Park.
Trátase del fondo de inversión americano, que maneja la superchería de cinco mil millones de dólares. Sin embargo Kirchner no vaciló en presentar, al Eaton Park, ante la insensible sociedad argentina, como si se tratara de un fondo de buitres elementales.
En un abuso de virtualismo, la impunidad presidencial le permitió degradar, desde el Salón Blanco, al Eaton Park. Ante la aprobación unánime de la prensa complaciente. Y que sirvió, en este caso, precisamente desde Clarín, como punta de lanza para complementar la operación. A partir de la filtración programada de una carta del cowboy John Wayne, el distraído embajador, al ministro De Vido, que desembocó misteriosamente en la redacción, a los efectos de intensificar el operativo.
Petrificados por el nacionalismo encendido del discurso anti Eaton de Kirchner, los opositores tenues quedaron más envueltos que los clásicos niños. Más por falta de arrojo que de información. Porque ni siquiera se lanzaron a indagar acerca de los detalles del impresionante crecimiento, extraordinariamente admirable, de la privilegiada Electroingeniería.
La mirada debe ponerse en Electroingeniería. Tanto como en el Eaton Park.
Y en el deslizamiento de visionario de su aún desconocida figura parental, el señor Gerardo Luis Ferreira, alias El Gringo, el conductor de la patriótica empresa del comisario.
Con una "expertise" tan notable que le permite dominar, de manera incuestionable, el multiplicado cableado de altísima tensión.
Y hasta alcanzar el mérito de anotarse como socio par de la Siemens, para el inflamado proyecto de los dos emprendimientos de Ciclo Combinado.
El Gringo Ferreira, empresario de máxima cercanía presidencial, procede del trotskismo juvenil de Córdoba, que le abrió las compuertas para llegar, como por un tubo, a Zannini.
A pesar de su perfil sigilosamente irrelevante, Electroingeniería es reconocida, hasta el estupor, por los miles de visitantes del Portal de vanguardia.
Pueden consultar, como recordatorio, el texto relativo al elitista “Club de los 500”, editado en el Portal, en abril del 2006. Y recopilado en "La marroquinería política", libro para canonizar en cuanto sucumba, acaso más pronto de lo que se supone, el virtualismo estructural del poder vigente.
Osiris Alonso D’Amomio
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16 feb 2007
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